viernes, 23 de octubre de 2009

Brad Mehldau: Algo más que música

Yo tuve la suerte de estar allí. Fuí uno de los afortunados que asistió a la actuación, en vivo y en directo, en el teatro Pérez Galdós de Las Palmas de Gran Canaria, de una de las leyendas vivas del Jazz: Brad Mehdlau.

Decir Mehldau, es decir Jazz. No sólo Jazz. Interpretación, sensibilidad, buen gusto, saber hacer Jazz.

Fue una velada inolvidable. Jamás he asistido a ninguna actuación con un público tan atento y entregado, que no se oía literalmente, nada, excepto la música emitida desde el escenario. Ni una tos, ni un estornudo. Ni siquiera un leve crujir de un asiento al cambiar su ocupante de postura, sentado.Ni una mosca. Nada.

Sólo Jazz.

Desgraciadamente, los seguidores este género musical, no son muchos. El Jazz exige una actitud mental e intelectual determinada, una compenetración con el interprete, entrar en sintonía con él, y con lo que en ese momento quiere expresar. Los que saben de Jazz, aún poquito como yo, saben que nunca una interpretación es igual a la siguiente, aún siendo el mismo interprete. Jazz es improvisación, creación, vida.

Brad Mehldau Trío, hizo historia. Como César en las Galias: Vino, vió, tocó, y triunfó. Y de qué manera!. Cada nota final después de una composición era seguida de un sonoro y estruendoroso aplauso, por parte de los asistentes.

Poco a poco, el alma se serena, se transforma, con la música de Mehldau. Vibra en una dimensión diferente, en un tiempo distinto.

Y el trío (compuesto por el propio Brad Mehldau al piano, Larry Grenadie tocando magistralmente el bajo, y Jeff Ballard, un mago con una batería) juega a “pasarse la nota”, en una complicidad no premeditada, pero que resulta asombrosamente precisa, asombrosamente armónica, armónicamente perfecta. Y así, en un juego de complicidades que el espectador no entiende, pero que comparte y disfruta, va transcurriendo el concierto tejido como una sutil tela, en la que la música es el hilo tejido magistralmente desde el escenario.

Es una lástima, que haya sido una ocasión única. Irrepetible.


Asombrosamente además, Brad Mhledau no interpretó melodías de su último disco para promocionarlas, como cabría esperar. Se limitó a hacer un recorrido por las obras de sus autores preferidos, a los que interpreta con una asombrosa facilidad, con una muy personal 'mise en escene'.

El público canario, se merecía un homenaje como éste, a la mejor música del Jazz actual.

Una actuación, que quedará grabada para siempre, entre los mejores momentos musicales vividos, por quienes tuvimos la suerte de estar allí.

Irrepetible, extraordinario, personalísimo, intimista.... Meldhau Trío.
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lunes, 5 de octubre de 2009

Que digo yo...

Que afortunadamente, en Canarias, se está avanzando en eso de la xenofobia contra los “prinsulares”, mal llamados “godos”.

Yo antes cuando leía una pintada con el “Fuera godos!” o “Fuera godos de mierda!”, tal vez por la rapidez y superficialidad con la que la frase invita a su lectura, leía mal, y claro, al entrar fuera de mi peso ideal, me sentía más discriminado aún, con un “fuera gordos!”, que ya se encargaba de restregarme el Corte Británico, cuando sin darme dos miradas, a la primera me enviaban siempre a “tallas especiales”.

Pero afortunadamente, cada vez son menos las pintadas, y acaso también, menos los godos, en su sentido canario.

Verá usted: Ser canario, no es haber nacido en Canarias. Es sentirse canario. Canarios aquí, o somos todos, o no somos ninguno, pues de los guanches originales dudo que queden descendientes puros, como no existen dragones mas que en Comodo, ni vampiros humanos.

Nadie puede alegar una pureza de sangre, que a lo sumo y como herencia remota, puede estar unida a la de un inglés, un holandés, o un francés, sino -y por lo general- de algún antepasado “prinsular”, que en su tiempo vino a las islas, a ser también canario.

La canariedad, se lleva dentro. No es preciso esgrimirla como espada afilada contra el pretendido invasor....Invasor?. ¿Quién, de los que hayan venido a estas islas como Dios manda -no a bordo de una patera, con todos mis respetos a esa otra forma de inmigración- no se sienten tan canarios como el que mas? ¿No viven, no trabajan, no se esfuerzan por progresar igual que todo canario? ¿No les afectan los mismos problemas que a nosotros? ¿No son entonces canarios?

Algunos de los que hoy aún ponen el grito en el cielo, por miedo a que el exceso de inmigración llegue a convertir nuestras islas en una masa ingente de población entre autóctonos y foráneos, son hijos, o nietos, o biznietos de inmigrantes. E incluso algunos de sus antepasados, a su vez fueron emigrantes a otras tierras, donde el futuro se pergueñaba mas alagüeño, o cuanto mejor, menos pesaroso del que les esperaba quedándose aquí.

Ahora dicen, que somos las puertas de Europa, y que las tenemos que cerrar para frenar la llama inmigración ilegal... Es ilegal intentar ganarse la vida? ¿Intentar sobrevivir como sea, aún a costa de la propia suerte?.

¡Qué horror, qué error, qué falta de memoria histórica!

¿Cuántos de los españoles de la España peninsular no emigraron a Francia a la bendimia, cuando la situación económica del país no era muy boyante? ¿Cuántos canarios emigraron a Venezuela y a Cuba, llevando tan sólo la ilusión y la esperanza, y la confianza en sí mismos, por todo equipaje? Y ahora, hacemos oídos sordos a nuestros corazones de eternos emigrantes, para negar la entrada a quien desesperadamente, temiendo incluso por su propia subsistencia, nos llama a la puerta, a golpes de mano en carne viva?

¿En eso nos hemos convertido? Y cuando vemos a alguien de origen africano, desconfiamos no sea que en el mejor de los casos vaya a contagiarnos algo, y en el peor sea un narcotraficante...

No.

Ni son contagiosos, ni narcotraficantes. Los narcotraficantes no vienen en pateras, jugandose la vida contra el mar, con la sóla ayuda de un teléfono móvil de tarjeta que les une a tierra si hay cobertura, y una brújula de las que salen en los paquetes de cereales....

Y les contagiamos nosotros. Les contagiamos nuestra desconfianza, nuestra reticencia a aceptarles como a seres humanos que necesitan salir adelante como sea, llevando como bagaje su esperanza, su ilusión y su confianza en sí mismos.

Y de esa mutua desconfianza surge la no comunicación, y de la no comunicación, la xenofobia y el odio....La eterna canción que cantamos, tristemente, los canarios.
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