miércoles, 16 de diciembre de 2009

Ir contra corriente

Supongo que a todo el mundo le ha pasado alguna vez. Entramos en una gran superficie o área comercial, dispuestos a pasar un rato agradable de compras, o simplemente de “brujuleo” para estar al tanto de las últimas tendencias de la moda, o para disfrutar de una agradable velada de cine... ¿Y qué ocurre?

Ocurre que -sobre todo en estas fechas navideñas- entre uno/a por la entrada que entre, o vaya hacia donde vaya, siempre tiene enfrente un mogollón de gente que viene hacia él/ella amenazadoramente. Nos da la sensación de ir siempre en contra dirección... Nadando en contra corriente.

Y lo malo no es eso. Es que cuando uno/a gira para ponerse en la adecuada dirección de la masa, contempla consternado cómo otra masa de semejantes proporciones se entrecruza con la suya, esquivándose todo el mundo unos a otros,como si de una carrera de obstáculos se tratase en algunos de esos absurdos programas televisivos al uso entre los japoneses.

Algo así, se nos antoja que esté ocurriendo con Aminatou Haidar y su inane lucha contra los poderes facticos, sordos y ciegos, esquivándole una y otra vez, para no darse de bruces con la triste realidad. Una pobre mujer luchando por los que considera -esté equivocada o no, que ahí no entramossus legítimos derechos y los del pueblo al que cree estar representando. ¿De verdad hay quien pueda por negligencia dejarla morir de hambre, para luego defender públicamente el derecho a la vida, como hizo ZP en la inauguración del Coloquio Internacional sobre la abolición de la pena de muerte?

Aminatou, luchando por sus derechos, predicando en un desierto lleno de maletas y prisas de última hora en un aeropuerto como el de Lanzarote. Predicando en silencio. Luchando por un reconocimiento que le niegan.

Como los muchos otros que gritan sin voz por su derecho a la vida, mientras se establecen leyes cada vez mas permisivas contra la interrupción del embarazo, hasta el punto de dar a una niña la presunción de la capacidad de juicio suficiente para decidir el acabar con una vida en progreso en su vientre, sin tan siquiera el conocimiento o guía necesaria de sus padres.

Pero mucho me temo que esas son meras fórmulas, meros actos políticamente correctos, caritas de ángel que defienden la vida de puertas afuera, con frases manidas, traídas y llegadas en defensa de la vida, como la de que tenemos que ser “plenamente consecuentes con el carácter inviolable, incondicionado de la vida humana y con el derecho a no ser sometido a penas
crueles, inhumanas y degradantes”.
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