lunes, 21 de septiembre de 2009

¡Canarias existe!

Cuando uno va volando por el mundo, se da cuenta lo pequeño y lo grande que puede ser éste: no es una paradoja. Me explico:

En cualquier lugar recóndito de este mundo puede usted darse de bruces, por sorpresa, con un paisano, un amigo o un familiar.

En cambio, puede resultarle igualmente sorprendente que a unos cuantos miles de kilómetros de nuestras Islas, no sepan donde está España, ni siquiera nuestro pequeño y amado Archipiélago.

Y no influye en ello las pésimas indicaciones que dan algunos de su origen: Venimos de Canarias (como quien dice: venimos de un pueblito pequeño), Venimos de San Cristóbal (¡Cómo no! Todos saben dónde está situado el barrio de San Cristóbal!).

Pero no... No es eso...

Es curioso que en un mundo que trata de abolir fronteras, de romper barreras a la estupidez humana, y por fin construir juntos una sola humanidad, bajo una sola bandera blanca, aún quede tanta ignorancia en el vecino de al lado.

Acudí con mi esposa a una boda en Godilandia (...que no se ofendan los puristas, es una broma), y a la hora del ágape nos tocó de comensales una familia de pura cepa catalana. Familia acomodada, por lo que pude apreciar, pues las señoras lucían algunos piedros alrededor de cuello y muñecas, que parecían de verdad, o muy buena bisutería, de la cara. Es decir que, entre otras cosas, se les presuponía una cierta mundología y acceso a un nivel aceptable de cultura general.

Pues bien, al inicio de la conversación hicimos las preceptivas presentaciones. "Y ustedes de dónde vienen?" Me preguntó una enjoyada y encopetada señora, a lo que respondí "Vivimos en Las Palmas de Gran Canaria". "¡Ah! Palma de Canarias", dijo ella, "Me encantan las Baleares!".
Ahogando una carcajada le expliqué que no, que eramos canarios, que no baleares, que estabamos un poco más abajo.

Al tomar conciencia de que estabamos junto al continente africano, la buena señora insistió en darnos otra joya de su conocimiento: "Entonces, los trajes de la boda, ¿se los comprarían ustedes aquí en Catalunya, porque allí en las Canarias, no habrá tiendas, verdad?"... Ya no pude mas.

Pedí permiso, alegando ir en busca del camarero para servirme más vino, y me alejé de la mesa lo suficiente como para soltar una sonora carcajada para mí mismo, sin ser visto por ninguno de los comensales.

Cuando por fin pude acercarme de nuevo a la mesa, después de secarme las lágrimas, y ahogadas las carcajadas, le expliqué que sí, que aquí en las Canarias teníamos tiendas, calles, casas, y hasta coches y catalanes. La buena señora se me quedó mirando admirada, y su mirada lo decía todo: Eramos una especie en clara evolución, desde el mono al homo sapiens.
Cosas así, como por ejemplo preguntarme un bachiller, -contemplando un mapa de España donde las Islas por no caber en el marco, están encuadradas en un lugar que no corresponde con su verdadera situación geográfica-: "¿Ustedes, cómo hacen para salir del cuadrito?". Tuve que explicarle que la escala a la que estaba hecho el mapa no permitía ver el detalle de una puerta en una de las esquinas del recuadro, que encerraba las Islas, la cual se abría con una especie de mando automático, como en las autopistas.

Aprendamos a viajar, y cuando lo hagamos, que sepamos previamente a dónde vamos, y qué nos vamos a encontrar allí. Y que el viaje sea para nuestro disfrute, pero también para adquirir la tan necesaria cultura, en todos los aspectos, que nos hace mejores seres humanos.

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