Leo en un manifiesto del concesionario grancanario de Cocacola que la empresa piensa trasladar en breve sus instalaciones a Tenerife.
Y ésto me hace recordar, una anécdota, de cuando un gorrión vino volando de tierras “pa dentro”, y me pidió que le enseñase la isla canariona. Como es natural, comencé por los parajes mas típicos, y al llegar al barranco de Guayadeque y sus peculiares casas cueva, hicimos una parada en un barito chico que hay en la subida al barranco, junto a la carretera.
De pronto, el gorrión abrió sus ojos al máximo y casi gritó: "¡Pero si hasta aquí llega la Cocacola!”. No pude por menos de sonreirme al principio para mis adentros, por la inocente ocurrencia del gorrión.
Pero luego, al trascurrir el día y meditar conmigo mismo la jornada pasada, me dí cuenta de la gran verdad que encerraba este aserto: Donde no llega la Cocacola... ¡Sencillamente no existe!
Y ahora, nos quieren quitar el refresco que es común denominador a toda una civilización. Porque el Plan Marshall nos traería la leche en polvo, y los quesitos en porciones, pero lo que es la chispa de la vida, marcó a toda una generación. Madre del Cubalibre, dispersora de aerofagias, aflojadora de tuercas y limpiador de herrumbre... ¡para todo, sirve la Cocacola! Y van, y se la llevan con los jilgueros, que tendrán mejor plumaje pero no tan bello canto y desde luego, ya tienen de todo para que ahora no quisten también el preciado líquido color café sólo con gas y botella peculiar.
Como sigamos a esta marcha, nos quitan también el Womad, el festival de cometas de Maspalomas, y hasta el campeonato mundial de Windsurfing de Pozo Izquierdo... Que me hace ésto sospechar, que mas que jilgueros, ¡son cucos!
Pues ¿saben lo que les digo? ¡Que se la lleven!. Que desde ahora, en lugar de ir a los multicines y comprar antes de la peli una mediana de Cocacola y una mediana de roscas, me llevo el Clipper de casa, y las roscas sabrán mas a autóctono, mas a lo nuestro.
Y den gracias, por que en lugar de roscas, no me lleve también una pella de gofio, ¡que a canario, no me gana nadie!
Iban un padre y un hijo por un camino, en tiempos inmediatamente después de la posguerra, con una burrita que cargaba un fardo de leña, para calentar la lumbre en invierno, allá por Tejeda.
En estas, que les salen al paso dos o tres malencarados, de esos amigos de lo ajeno. Les quitaron todo. Y el hijo, le iba recriminando al padre de vuelta a casa, desnudos como los habían dejado: “Padre, que nos quitaron la burrita y la leña. No quitaron los veinte duros que llevaba usted encima. Nos quitaron hasta la ropa... Pero padre, ¿por qué le dejaron a usted el cachorro?”. A lo que el padre, entre aspavientos e hinchando el pecho con ira respondió: “calla, hijo mío, que ¡menudo es tu padre 'pa' que le quiten el cachorro!”.
Pues así nos vamos a quedar... en pelotas. Ahora eso sí... ¡con el cachorro puesto!
Nos mudamos de sitio
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Hace 11 años
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