¡Hay que ver! Lo que pudo ser y no fue. Todo comenzó
al principio del mes de Agosto, cuando mi canarita linda me dijo
“cariño, el grifo de la cocina gotea”.Uno, que como canario es experto en mucho, pero maestro en nada, consideró que
pa'qué meterse en zarandajas y boladas, que para eso están los maestros y ellos también tienen derecho a la vida, y le dije
“¡llama al fontanero, y que mire a ver!”.Semana y media después, llegó el fontanero, quien con toda pulcritud (venía en traje de calle, no se porqué me había imaginado que esta gente trabajan con mono) se agachó debajo de la palangana del fregadero, echó la vista
pa'rriba, y sacó la cabeza sentenciando
“lo del grifo, tiene arreglo, pero lo que es la cocina, se le va a caer encima como no haga una reforma. Los muebles están todos podridos por dentro, por la humedad”.
Mi mujer, que dándole la razón arguyó que los muebles tenían más de diez años, pero que fíjese usted, que buen resultado han dado hasta hoy, claudicó y
aceptó la tarjeta de un primo del fontanero, que era carpintero y entendía de eso, que le iba a hacer un precio muy arregladito por todo...
Al día siguiente a las ocho (¡
dita sea Dios! Mes de agosto, vacaciones, destierra uno el despertador y ¡le llaman a la puerta a las ocho!), aparece en la puerta
el primo carpintero, que como si del mejor arquitecto se tratase, empieza a tomar medidas con su puntero láser, que era un gusto verlo, con
aquel “chorrillo rojo” saliendo de la maquina, y dándole los números de las medidas de toda la cocina. El hombre terminó sacando su ordenador portátil (venía bien pertrechado) y tecleando números y cifras, me pidió permiso para conectarse a mi impresora, a lo que, inocentemente, accedí.
Mire,
comenzaron a salir hojas y hojas de aquel bicho, como si de una partitura de concierto se tratase, todo letra. Al final, un sucinto dibujo de una cocina, que para nada se parecía a la nuestra actual, y la condenada cifra total. Qué barbaridad!.
Pero no había otro remedio, cristiano. Era eso, o cocinar en el suelo, y dijimos que, bueno, que sí, que aceptábamos barco como animal de compañía, y que cuando empezaban... "Antes del 20, ni hablar, tengo unas obras en marcha”, dijo con toda pasividad, como quien da una aspirina a un niño, sabiendo que la va a tragar... Pues bueno, pensé yo,
mientras nos vamos al sur a un apartamento, a disfrutar de una semanita de vacaciones con la parienta y los niños.
Las vacaciones en el apartamento de Maspalomas fueron una delicia, mire usted: la parienta y los pibitos en la piscinita, tomando el sol y bañándose, y yo
en el bar aprovechando los japi auers, que dan dos cervezas por una... ¡Ños! ¡Qué a gusto!.
Pero terminó la semana, y fatídicamente
regresamos un día 19 a nuestra casa, que desde entonces no ha vuelto a ser la misma, ni del todo nuestra. Ahora que ya habíamos pagado la hipoteca, y la llamábamos con justicia
“nuestra casa”, iba a ser invadida y ultrajada.
Día 20 de Agosto, ocho de la mañana. ¿El despertador? ¡Qué va!
Si lo tengo en el cajón, y sin pilas... No... Llaman a la puerta, y ¡de qué forma!. ¡Parece que le han cogido gusto al timbre!
Dormido, legañoso,
rascándome en salva sea la parte, me arrastro por el pasillo en pijama, desde el dormitorio a la puerta, dando tumbos como un sonámbulo. Abro sin mirar. ¡
Redios!.
De repente, como salidos de una película de indios
, comienzan a entrar inmigrantes negros, bosnios y sudamericanos, con martillos, escaleras, taladros, cajas de herramientas... Y al final me conforta ver dos caras conocidas: el fontanero y su primo, el reformador de cocinas, con precios de cirujano plástico.
¡Es la guerra! Aviso a mi mujer, levanto a los niños, que aún creen estar en el apartamento y me piden el bañador, arreglo la entrada, por que la han cubierto de polvo al entrar..
. ¡Polvo! ¡Con lo impoluta que tiene siempre la casa mi santa!Los invasores toman posesión de su feudo, gritando que hay que vaciarlo todo, que ellos de eso no se encargan.
Mi Antonia y yo nos ponemos manos a la obra, observados por un ejército de futuros parados, que nos miran con cara divertida.
“¿Donde pongo los jarrones?”, “Toma ésto, no te quedes ahí parado, muchacho!”, “Papá, cuando vamos a la piscina?”, “Manolo, trae la escoba y el recogedor, que se ha caído la sal”...
Por fin, la cocina vacía, comienza el trabajo. El fontanero y sus dos ayudantes (¿para un grifo que gotea, dos ayudantes?), el carpintero y sus secuaces, por otro lado, y comienza una s
erenata de martillazos, golpes, taladros, serruchadas, que ahí no hay quien pare. Polvo por doquier. Se respira polvo. Se masca polvo.
Se ES polvo.“Señora -dice el carpintero a mi santa-
¿Qué vamos a hacer con los electrodomésticos? Porque no pretenderá usted tener, en una cocina nuevecita que le va a quedar, unos trastos tan viejos como los que tiene aquí”. Y
mi santa admite que un poco viejos sí son, que cuando los compramos, hace ya mas de diez años, eran lo más nuevo y lo mejor, pero que ya la lavadora se escapa, y el fregaplatos no lava, y el frigorífico calienta, en lugar de enfriar.
“¡Pues to' pal' piso señora!. Conozco yo una tienda donde le van a hacer usted un precio pero que muy especial. ¡Vengase conmigo!”. ¡Ay mi madre! ¡Pero si yo sólo quería que el grifo dejase de gotear!. Y mi Antonia, arrobada por la perspectiva de unas máquinas modernas y que funcionan, se deja secuestrar por el carpintero y se marchan los dos a la tienda,
dejándome en zapatillas y sin desayunar...Al cabo de una semana, la cocina está ya casi lista.
Los invasores han ido disminuyendo día a día, repartidos por otras obras por el maestro, que los cobrará al final como presentes, pero qué más da, ¡con tal de que se marchen de una vez!.
¡Se acerca el gran día! Mañana nos ponen los electrodomésticos nuevos:
frigorífico, lavadora, y fregaplatos, horno y micro hondas. Brillantes, metálicos, nuevecitos... Y tres años más pagando plazos, ahora que ya habíamos amortizado la hipoteca del piso.
Cuando llegan los aparatos, ¡sorpresa! El piso no parece del todo firme, pues la lavadora cojea, y no puede ser de la lavadora, ¡porque es nueva!.
“Eso va a ser del suelo-dictamina el instalador, en plan docto y seriamente-
. A mi concuño le pasó lo mismo y tuvo que cambiarlo, por que estaba apandado de la humedad”. Pero si
¡sólo era un grifo soltando una gotita! Y la humedad, ha podrido los muebles de la cocina, ha hecho que comprásemos los electrodomésticos nuevos y ¡ahora hay que cambiar el suelo! Pero, ¿cuánto tiempo ha estado goteando el maldito grifo?
“¡No se preocupe usted señora, que mi hermano se lo arregla en un plis plas!”. El
plis plas fueron
otros dos mil euros de suelo, que estaba mal colocado todo y hubo que cambiar el de toda la cocina.
...Y por fin llegamos al día de hoy, cuatro de septiembre, en que tengo cocina nueva, electrodomésticos de última generación (hay que hacer una carrera universitaria para entender los manuales, ¡y eso que vienen en cristiano!), suelo nuevecito y flamante,
me han jodido las vacaciones, seis mil euros menos en la cuenta... ¿y quieren saber lo mas gracioso del caso?
¡El grifo, aún gotea!.
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